El embarazo puede hacer cosas raras en el cuerpo. Para algunos murciélagos, puede dificultar su capacidad de «ver» el mundo que les rodea.
Los murciélagos pipistrella de Kuhl (Pipistrellus kuhlii) ecolocalizan con menos frecuencia durante el embarazo, según informan unos investigadores el 28 de marzo en BMC Biology. El cambio puede dificultar a estos diminutos murciélagos la detección de presas y posibles obstáculos en el entorno.
Según Yossi Yovel, neuroecólogo de la Universidad de Tel Aviv (Israel), este estudio es uno de los primeros que demuestran que el embarazo puede influir en el modo en que los mamíferos no humanos perciben su entorno.
Los murciélagos nocturnos, como el pipistrel de Kuhl, utilizan el sonido para navegar y cazar presas en la oscuridad (SN: 9/20/17). Sus llamadas rebotan en lo que hay cerca y los murciélagos utilizan los ecos para reconstruir lo que les rodea, un proceso denominado ecolocalización. Cuanto más rápido emite el murciélago sus llamadas, mejor distingue lo que le rodea. Pero para llamar con rapidez hay que respirar profundamente, algo que el embarazo puede impedir.
«Aunque nunca he estado embarazada, sé que cuando como mucho me cuesta más respirar», dice Yovel. Así que el embarazo -que puede añadir un gramo entero a un pipistrelle de Kuhl de 7 gramos y puede presionar los pulmones- podría dificultar la ecolocalización.
Yovel y sus colegas pusieron a prueba su hipótesis capturando 10 pipistrelles de Kuhl, cinco de los cuales estaban preñados, y entrenándolos para que encontraran una plataforma y aterrizaran en ella. Las grabaciones de las llamadas de los animales revelaron que los murciélagos que no estaban preñados hacían unas 130 llamadas de media mientras buscaban la plataforma. Pero los murciélagos preñados sólo hacían 110, es decir, un 15% menos.
Según el equipo, la disminución de llamadas entre las preñadas podría dificultar la caza. Una simulación por ordenador demostró que las futuras mamás del estudio capturarían un 15% menos de insectos que los murciélagos no preñados. Este hallazgo podría explicar por qué algunas especies de murciélagos persiguen presas más grandes y lentas cuando se quedan embarazadas, concentrando su energía en alimentos más fáciles de encontrar. Yovel afirma que habrá que seguir trabajando sobre el terreno para averiguar si estos cambios de dieta se deben a una menor capacidad de ecolocalización.
Sin embargo, la idea de que llevar un feto interfiera en la ecolocalización tiene mucho sentido, dice la ecóloga del comportamiento Erin Gillam, de la Universidad Estatal de Dakota del Norte, en Fargo. «Como mamífero que ha estado preñado, no creo que estos resultados sean sorprendentes en absoluto».